Según ha podido saber ABC, en el atestado que se está redactando se refleja «una violencia bestial» en el suceso. «Hace el salto de altura con los peatones, los tira por los aires, por encima incluso del coche, varios metros«, señalan fuentes cercanas al caso. El homicida será acusado en el informe como si fuese un kamikaze, por lo que podría sumar una petición de cárcel de al menos 30 años.
Las imágenes recabadas por las cámaras de una tienda son de las más elocuentes. Recogen especialmente la embestida a Fernando A. M., que fue arrollado a la altura del número 154 del paseo de Extremadura, en el distrito de Latina. El hombre iba solo, no le dio tiempo a apartarse del vehículo cuando cruzaba un paso de peatones y salió despedido unos 30 metros.
Residente del barrio, su hijo se presentó poco después en el lugar de los hechos. En zigzag, y sin huella de frenada, explican nuestros informantes, el Mercedes C 200 que conducía Pedro se llevó por delante, ya a la altura del número 88, al octogenario Ángel A. M., que cruzaba por otro paso de cebra justo un metro por detrás de su esposa, que salvó la vida. El ahora detenido atropelló a cuatro personas más y paró abruptamente en el cruce con la calle de Saavedra Fajardo, cerca de Madrid Río.
Pedro iba acompañado de tres familiares. El primero, copiloto, era Samuel G. G., de 26 años y primo de su mujer; detrás estaba ella, Remedios A. G., de 25, que llevaba en brazos al bebé de ella y Pedro, una niña nacida en agosto, hace 8 meses.
La mujer se bajó del coche y se escondió, con la cría, en un portal de la calle de Antonio Zamora que estaba abierto. «Yo no soy nadie. Vivo aquí, soy una vecina», llegó a decir cuando se vio acorralada. En cuanto a Samuel, se tiró del coche en marcha en la curva con el paseo de Extremadura y, al ser atrapado por los policías, mintió: «¡Me he roto la cadera!».
Según ha podido saber ABC, en el atestado que se está redactando se refleja «una violencia bestial» en el suceso. «Hace el salto de altura con los peatones, los tira por los aires, por encima incluso del coche, varios metros«, señalan fuentes cercanas al caso. El homicida será acusado en el informe como si fuese un kamikaze, por lo que podría sumar una petición de cárcel de al menos 30 años.
Las imágenes recabadas por las cámaras de una tienda son de las más elocuentes. Recogen especialmente la embestida a Fernando A. M., que fue arrollado a la altura del número 154 del paseo de Extremadura, en el distrito de Latina. El hombre iba solo, no le dio tiempo a apartarse del vehículo cuando cruzaba un paso de peatones y salió despedido unos 30 metros.
Policía y Guardia Civil buscaban a este sujeto, nacido en 1991 y vecino de Fuenlabrada, que acaba de ser padre, que tenía el carné retirado
Residente del barrio, su hijo se presentó poco después en el lugar de los hechos. En zigzag, y sin huella de frenada, explican nuestros informantes, el Mercedes C 200 que conducía Pedro se llevó por delante, ya a la altura del número 88, al octogenario Ángel A. M., que cruzaba por otro paso de cebra justo un metro por detrás de su esposa, que salvó la vida. El ahora detenido atropelló a cuatro personas más y paró abruptamente en el cruce con la calle de Saavedra Fajardo, cerca de Madrid Río.
Pedro iba acompañado de tres familiares. El primero, copiloto, era Samuel G. G., de 26 años y primo de su mujer; detrás estaba ella, Remedios A. G., de 25, que llevaba en brazos al bebé de ella y Pedro, una niña nacida en agosto, hace 8 meses.
La mujer se bajó del coche y se escondió, con la cría, en un portal de la calle de Antonio Zamora que estaba abierto. «Yo no soy nadie. Vivo aquí, soy una vecina», llegó a decir cuando se vio acorralada. En cuanto a Samuel, se tiró del coche en marcha en la curva con el paseo de Extremadura y, al ser atrapado por los policías, mintió: «¡Me he roto la cadera!».
Pedro salió corriendo también por Antonio Zamora y siete horas más tarde, tras la presión mediática y el enorme número de agentes que lo buscaban, se presentó en la comisaría de Latina, para entregarse, junto a su abogado. Este viernes por la tarde no habían declarado y se espera que los tres arrestados pasen este sábado ante el juez de guardia.
La investigación del suceso corre a cargo de la Unidad de Policía Judicial de Tráfico de la Policía Municipal, experta en estos casos. Ya está entrevistando a multitud de testigos. Por el momento, el kamikaze se enfrenta a dos delitos de homicidio doloso (de 10 a 15 años por cada uno), cuatro de lesiones (por los heridos), un delito de conducción temeraria con manifiesto desprecio para la vida humana y otros dos de abandono. A ellos hay que sumar la conducción sin carné, pues, como adelantó ABC, lo perdió hace tiempo al quedarse sin puntos.
Pedro V. S. atesora una treintena de antecedentes policiales, casi todos por delitos contra el patrimonio. En el Mercedes llevaba cuatro catalizadores de coches robados; no en vano, una de las requisitorias judiciales que pendían sobre él era por el hurto de estos aparatos, muy codiciados por sus materiales (rodio, platino y paladio) en el mercado negro. A su mujer también la buscaban dos juzgados y una unidad de Policía Nacional por robos similares; y Samuel es, asimismo, viejo conocido de las autoridades por delitos de la misma índole.
Los investigadores saben que no venían de cometer un 'palo' de ese tipo; los catalizadores estaban en el coche desde antes. Lo que hicieron fue saltarse un control de la Guardia Civil 25 kilómetros antes, entre Fuenlabrada y Leganés, en el kilómetro 6 de la M-406, porque les dieron el alto al observar que el bebé no iba en la sillita homologada. A ello hay que añadir que el matrimonio tenía a la justicia buscándoles, como se ha venido informando.
«Le dieron igual los semáforos, la gente y todo lo que se pusiese por delante... No entendíamos qué estaba pasando, solo escuchamos un golpe seco, vimos volar a un coche y salir a un hombre disparado», relata una de las comerciantes del Alto de Extremadura, el primer punto del suceso mortal. Intentaron auxiliarlo, junto a los agentes de la Guardia Civil, pero no se pudo hacer nada por salvar la vida.
Pedro y sus compinches continuaron su embestida y, 200 metros más adelante, acabaron con otra vida, tras no conseguir esquivar a Ángel. «La mujer se quedó paralizada, solo gritaba y lloraba, al lado del hombre, tendido en el suelo», continúan otros testigos. Allí quedaron la huellas del ataque: el zapato marrón de un hombre, un retrovisor arrancado y un reguero de sangre.
A bordo del Mercedes, los miembros del clan todavía tuvieron tiempo para recorrer en segundos casi 90 números más de la calle, abandonar el coche destrozado por los impactos de las víctimas e intentar escapar hasta ser inteceptados. Esta noche, previsiblemente, dormirán entre rejas.